La triste historia del dromedario
No es que Mr. Robertson sea un
excéntrico, a pesar de que vive en una perrera. Las cosas sucedieron de
una manera tan natural, que ni él mismo sabe a ciencia cierta cómo
comenzaron.
Un día en 1947, Mr.
Robertson, que tenía una pequeña granja en el estado de Texas, recibió
una comunicación en la que se le anunciaba que en la ofi cina de correos
del pueblecito vecino tenía un envío recomendado. Eso fue un sábado. El
lunes Mr. Robertson dio algunas instrucciones en la granja,
puso en movimiento su carrito y se fue para el pueblo. Cuando se presentó en la ofi cina de correos, le
dieron los detalles completos: procedente de Egipto, esperaba un dromedario. Nada más.
puso en movimiento su carrito y se fue para el pueblo. Cuando se presentó en la ofi cina de correos, le
dieron los detalles completos: procedente de Egipto, esperaba un dromedario. Nada más.
Fue
así como, mientras se aclaraban las cosas, Mr. Robertson salió a la
calle con su dromedario y se dispuso a conducirlo a su distante
propiedad. Con el animal amarrado al carro, se presentó el miércoles
siguiente a su granja de Texas, sin haber pensado todavía ningún plan
para el futuro. Así empezaron las cosas, aunque Mr. Robertson no lo
recuerde ahora.
Como medida
eventual desocupó el gallinero y puso a vivir al dromedario entre la
alambrada, mientras pensaba cómo librarse de él. Pero los días fueron
pasando y el aviso puesto en el periódico del pueblo, donde se indagaba
por la existencia de algún otro Mr. Robertson de la vecindad que hubiera
estado esperando un dromedario de Egipto, no dio resultado.
A
las dos semanas de estar en el gallinero el animal se había fastidiado y
había hecho una incursión por el traspatio, que dio el traste con la
siembra de árboles frutales. Al regreso se encontró con el perro, se
armó una tremolina y Mr. Robertson salió al patio con la escopeta con la
intención de acabar con la pelea. Por error de cálculo, el perro pasó a
mejor vida.
No había transcurrido un mes
cuando ya el dromedario se había familiarizado de tal modo con la
granja, que se iba a echar la siesta en la sala y se pasaba el día
merodeando por los cercados, destruyendo los resultados de un largo
trabajo realizado con honestidad y desvelo. Al principio los niños de la
vecindad se distraían acosando al dromedario; pero no transcurrió mucho
tiempo antes de que se fastidiaran y lo dejaran tranquilo, paseándose
como dueño y señor por todas las dependencias de la propiedad.
Si Mr. Robertson vive en una perrera,
no es porque sea excéntrico, sino porque un día cualquiera el
dromedario se aventuró hasta el dormitorio, entró como Pedro por su
casa, se acostó en la cama y se quedó dormido, cómodamente dormido, sin
que hubiera granjero en el mundo capaz de despertarlo. Entonces Mr.
Robertson, pacientemente, tomó sus enseres y se fue a dormir a la
perrera, único lugar hasta donde no llegaría el animal.
Es cierto que colocó en la puerta de la granja un letrero que dice: «Se vende dromedario». Pero los granjeros que pasan por allí los sábados en la tarde, se limitan a comentar:
«Robertson está tan loco que se fue a vivir a una perrera y ahora se le ha dado por creer que es comerciante de dromedarios».
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
Gabriel García Márquez nació en 1928 en Colombia. Estuvo exiliado en México y en diversos países de Europa.
A partir de 1955 escribió gran cantidad de novelas exitosas. La más importante es Cien años de soledad, que logró un gran reconocimiento en el mundo de la literatura mundial.
En 1982 obtuvo el Premio Nobel de literatura.
que linda historia la del dromedario y muy bueno el blog sigan así.Ale mama de Teo
ResponderEliminarMuy buena historia me encanto
ResponderEliminarZoe Riva